Hay expresiones que no se puede traducir. Por ejemplo Stand up Comedy. Entre comedia de pie, monólogo cómico o simplemente humorismo, quizás sea mejor aceptar la exportación no tradicional del término en inglés. El propio Walter Chullo llama a su trabajo Unipersonal, con lo que se acentúa un poco más el desconcierto.
Lo que pasa es que el Stand Up Comedy es un género de performance bastante específico, con sus particulares convenciones y experimentaciones. Y es en gran medida un género bastante anglosajón, podría decirse, de modo que tendría sentido seguir llamándolo así. Aunque es cierto que hay diferentes tipos de performers de este tipo de comedia, que van desde los que se proponen una comicidad desde lo minimalista, intrascendente, hasta aquellos que van en pos de una crítica franca del sistema. Eso hace de esta forma de arte performativo algo más que una rutina de chistes para pasar a ser una expresión de un momento social por vía de un hablante singular.
Este trabajo, Perú con Chullo es de hecho singular en extremo, y propondría que se lo vea en más claves que el humor abierto y la carcajada generalizada -virtudes en las que desde luego destaca de sobra. Hay muchos artistas de Stand Up Comedy ahora en el Perú, y una creciente movida en clubes de comedia, pero creo que Walter Chullo se está decantando por una comedia radicalmente irónica sobre las contradicciones cotidianas de ser peruano, explorando las diferentes capas de comicidad que un peruano que es a la vez provinciano, migrante, quechuahablante e hijo de la generación cochebomba, es capaz de convocar. Y el resultado es feliz. Más interesante aún si el lugar desde donde Chullo habla es además de todo eso, la discusión de la igualdad de géneros.
Nadie se engañe ni se desanime de ir con lo que escribo: la rutina cómica de Chullo no es pesada, al contrario, parece simplemente sobrevolar (como una mariposa, diría Walter) por todas estas marcas en la piel nacional sin perder su pulso jocoso. Sobrevuela, ciertamente, y no se propone ni siquiera detenerse a intentar explicar. En ese sentido, no propone hacer lo que quizás es imposible de hacer: encontrarle razones al Perú. Y es algo que siempre se agradecerá a un género como el Stand Up Comedy, también para un país conflictuado como el nuestro: en los momentos de más aguda controversia y censura, los espacios de comedia, por breves y apartados, son los lugares en donde el relato del hombre común frente al peso del sistema social despierta la necesidad de respiro. Ese respiro es el humor, libre, a veces libérrimo.
Ese humor que hoy, por ejemplo, hace de Chris Rock o Louis C.K. no solo excelentes comediantes sino también dos de las voces más sinceras e independientes de una sociedad embadurnada de mentiras como la norteamericana. Siento que el trabajo de Walter Chullo podría tomar ese rumbo sin problemas, sobre todo si se aboca a estabilizar mejor sus rutinas, puliendo los textos y ajustando el timing de sus momentos cómicos. También elaborando más al extremo las demasiado breves historias. Imagino que en el futuro, podremos ver espectáculos más desarrollados y ambiciosos.
Quizás después de tanta discusión "seria" y presentación amarillista -y muchas veces de plano falsa- de nuestros pathos como sociedad (racismo, homofobia, clasismo, trauma por la violencia armada), una mirada crítica hecha de material cómico, gags, juegos de palabras y una que otra declaración política, sea una forma de abrir una vía de exploración sincera de cosas que siempre suenan demasiado grandes: identidad, igualdad, memoria.